25.3.05

HIJA DE VENGANZAS PRETÉRITAS



Hace pocos días reseñaba en este Blog Ausente el dosier que sobre cine oriental de sables incluye Dirigido Por. Autodelimitándose a una parte del género de las artes marciales, los sables, les decía que era un error obviar los chambaras o películas de samurais de serie B. El error alcanza el estatus de lo imperdonable tras visionar por segunda vez la magnífica, absorbente, Lady Snowblood (1972). Que sea, al mismo tiempo, referente básico, casí total y absoluto, de Kill Bill tampoco debe servir para menospreciarla. No es un filme destacable por estar en lo alto del juego de referencias tarantiniano, es un filme destacable por sí mismo, por sus imágenes, por sus silencios (tremendos) y por llevar las historias de venganza a un límite casi nihilista, salvaje y cruel para con la protagonista que la lleva a cabo. Como mucho, podemos agradecer a Kill Bill que haya servido para reivindicar y reeditar el filme (siempre allende nuestras fronteras, claro). Por otro lado, si ayer comentaba que el gran acierto de Las 36 cámaras de Shaolín era que ponía en segundo plano el argumento vengativo, con Lady Snowblood pasa todo lo contrario. Lo coloca delante, en los morros del espectador y sin darle asideros, haciéndole difícil un mínimo de piedad y practicando una extraña y melancólica poesía de la violencia. Hipnótica.

La película explica la historia de la Dama de la Nieve. Nacida en prisión y huérfana desde el primer instante de su vida. Con una maldición en su espíritu, su existencia sólo tiene una razón de ser, la venganza para con aquellos que mataron a su padre y luego violaron a su madre. Ésta inició la ejecución y la niña la continuara tras recibir una educación como samurai. O mejor, ronin que nunca tuvo amo con vida, en un contexto de transición política y económica que la convierte aún más en una especie de fantasma viviente. Un hermoso ángel (de blanco pero siempre manchado de sangre) consumido por una maldición desde el momento de nacer. El odio de la madre se transmite a ella desde el parto inicial, y en su interior habita y consume. La película, así, plasma la ejecución de los cuatro culpables, uno a uno, hasta llegar a un desenlace triste, melancólico y coherente. Y la falta de asideros y coartadas morales es evidente desde que una de las personas a las que quitar la vida, no la tiene en espíritu, el villano se transforma en víctima. Un pobre hombre ahora retirado y arruinado, un ser triste que vive acompañado y engañado por su hija, que hace ver que vende por los pueblos los artilugios de pesca que éste fabrica cuando en realidad se dedica a la prostitución. Lady Snowblood salvará la vida del humillado padre sencillamente porque ha de ser ella quien lo ejecute. La piedad del espectador no es para con la heroína (mejor hablar de antiheroina) sino para con su víctima, antaño malnacido y ahora un alma en pena. La crueldad y la inexistencia de concesiones es una constante del filme y de la venganza que se lleva a cabo.



Es un chambara violento. Las escenas y coreografías de lucha estan sábiamente mesuradas. Las películas japonesas son muy diferentes de los wuxias chinos. El buen samurai jamás llega a desenfundar del todo su katana (aquí oculta en una femenina sombrilla del mismo modo que Zatoichi la ocultaba en su bastón de ciego). Son peleas rápidas y secas, de pocos movimientos, con la sangre brotando a chorros mientras los miembros amputados se arrejuntan por los suelos, y en esa sinfonía de la violencia, que incluso, en su parte final, utiliza la música clásica como fondo musical, la figura de la actriz Meiko Kaji como bello y hermoso icono de la violencia de serie b nipona. Cuánto odio triste imprime en su mirada.



Les decía que Kill Bill toma como referente Lady Snowblood. Referente incontestable y generoso. Hay mucho de una en la otra. La devoción tarantiniana es casi mariana (por decir, ya que estamos en estas fechas sacras). Formal y argumental. Lady Snowblood se estructura en capítulos. Cada uno de ellos dedicado a una ejecución. Con constantes saltos en el tiempo. El flashback como unidad métrica decimal. Kill Bill es la historia de una madre en busca de venganza, Lady Snowblood la de una hija. Que la persona a matar sea madre (Vernita Green) no exime, tampoco que sea padre. Y que los vástagos cobren futura venganza es algo que en ambas se intuye, con más claridad en el precendente nipón.



No son las únicas referencias claras de un filme a otro. Qué va. El plano subjetivo de presentación de los verdugos sobre los que cumplir venganza es el mismo. Hasta se escriben sus nombres en pantalla. Que la madre de Lady Snowblood liquide a uno de sus violadores de idéntica forma que una adolescente O-Ren Ishii en la escena de animación del Volumem Uno es otra. Atravesando el cuerpo del amante asesino. Curiosamente, Lady Snowblood también tiene un flashaback similar, dibujado, aunque con ilustraciones, sin movimiento. Tarantino, pero, no oculta sus deudas. Al contrario. El tema principal de Lady Snowblood (que tiene una estupenda banda sonora, ya que estamos), Flowers of carnage, cantado por la misma Meiko Kaji, es el que cierra el Volumen Uno. Y luego, claro, está la nieve y la sangre. A mi juicio, Kill Bill era un peliculón. Lady Snowblood otro. Tuvo, por cierto, una secuela a priori imposible. Próximamente en este blog ausete.

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