28.12.04

UN MARIACHI CONTRA LOS MOSNTRUOS




Los niños de la bestia (Federico Martínez Monti, 1967) es otra de esas joyas mad-mex cuyo visionado es recibido con jolgorio y alegría en la mansión ausente. Una producción paupérrima y miserable, mal rodada, repleta de incongruencias, delirio y retales de otras películas. La cosa empieza con una especie de hombre lobo que se dedica a raptar niños por la noche. Los chillidos histéricos de una de las madres llaman la atención de una especie de cantante de rancheras, Aurelio Chamán de nombre. Ya de entrada, descacharrante. Bigotillo, amplio gorro de mariachi y caballo blanco moteado (aunque me temo que al caballo lo pintaron para la ocasión) a juego con los colores del traje de nuestro protagonista. Además, la peli parece estar ambientada en la época en que se rodó y Aurelio es puro anacronismo.

Nuestro hombre les suelta un largo discurso sobre una bestia que desde tiempo inmemorial ha estado asolando la zona (cercana a Jalisco). El hecho de que la gente de la zona lo desconociera y de que nuestro vaquero pasara por allí de camino no debe importarnos. Tampoco que la acción se traslade a una especie de castillo de cartón piedra de estilo transilvánico, rodeado de nieblas (y, estoy seguro, que está sacado de otra película). Allí, una especie de momia acartonada está sacrificando a un niño acompañado de una vampira culona y sugerente. Al fondo vemos a la niña que han raptado al principio ¡en un potro de torturas! La momia acartonada comenta que nota una presencia negativa para sus planes y le ordena a la vampira que arregle el problema.

La cinta, que ha empezado muy fuerte, decae durante un rato. Vemos al mariachi investigar por los prados a caballo (con el que mantiene ridículos diálogos). También pregunta a algunos campesinos si saben algo de la bestia. Por cierto, tras unos matojos, la vampira lo observa (a plena luz del día, pero qué más da) y finalmente regresa al rancho en el que se hospeda, el de la niña secuestrada al principio, la madre, por cierto, también es viuda. Comen frijoles y se percibe que a la señora le gusta nuestro amigo Aurelio. Tras la cena, un buen baño caliente. El problema es que la vampira se saca una serpiente de la manga y la cuela por la ventana. Vamos, lo nunca visto y un plan infalible. Obviamente, nuestro hombre no se sorprende lo más mínimo al descubrirla. La pilla con las manos y la lanza por la ventana. Luego se pone el pijama. ¡Y qué pijama! blanco con topos negros, como el caballo. La vampira se introduce en la habitación directa a pegarle un muerdo. Nuestro hombre se despierta en el último momento. Forcejean un rato. La mujer se transforma en murciélago (el típico de goma al que se le notan los hilos) y escapa por la ventana. Aurelio Chamán silba a su caballo, que acude presto. Monta y persigue al bichejo volador (nuestro hombre tiene buena vista, porque el murciélago es negro y es de noche) hasta el castillo (vemos la misma imagen que antes). "Ajá" exclama, le comenta al caballo (de nombre Pinta, por lo que supongo que es yegua) y da media vuelta de regreso al rancho.

Lo siguiente es toda una explicación de la momia cochambrosa a la vampira. Mero artilugio del (alucinado) guionista, que por fin a decidido explicar lo que pasa al (atónito) espectador. Porque imaginamos que la vampira todo esto ya lo sabía. Al parecer la momia sacrifica niños para conseguir la vida eterna, pero el proceso es lento y se transforma en hombre lobo. "Ahora que estoy tan cerca de conseguirlo, debemos detener a Aurelio Chamán". La vampira, que no dice ni mú en todo el metraje, asiente.

Nuestro héroe desayuna y le comenta la jugada a la madre, doña Inés de nombre, y al abuelo. Al parecer el castillo está deshabitado desde hace mucho, pero los habitantes del pueblo prefieren mantenerse alejados. Pasan cosas raras. Aurelio ha decidido aventurarse pese al temor de doña Inés. Llega al castillo, plagado de ratas, se enfrenta a la vampira, que primero lo hipnotiza sin éxito. Acabará despeñada por unas rocas tras un rato de pelea. Luego la lucha contra la momia, que ya es hombre lobo, bastante larga y con persecuciones interminables escalera arriba y salón abajo. Al final, como siempre en estas películas, el fuego purificador. Pero claro, aún queda la niña. Aurelio silba a su caballo y montado en él recorre el castillo en llamás, encuentra a la pequeña y venga para casa mientras suena una (horrorosa) tonada mexicana. Como es lógico, madre y niña le pedirán a nuestro héroe que se quede con ellas, pero claro, en otros lugares habrá gente necesitada como ellas de ayuda. Aurelio Chamán partirá en solitario y se perderá en el horizonte mientras suena una ranchera. No me negarán que es otra joya a reivindicar, al fin y al cabo, ¿para qué quiere una momia ser inmortal?


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